Clr. Paola
Gentile
En nuestra sociedad, se conoce
como “Mito del Amor Romántico” al
conjunto de creencias compartidas e imágenes idealizadas sobre el amor, entre
las que se encuentran: que el amor todo lo puede, todo lo perdona, el “verdadero” amor es predestinado, único,
exclusivo, eterno, incondicional, es lo más importante y requiere entrega
total. Estos mitos han sido transmitidos mediante la sociabilización, siendo
reproducidos a través de libros, publicidades, películas, música, etc. e
influyen en la manera de pensar y actuar.
Creer que los mitos son posibles
puede llevar a confundir la fantasía con la realidad, lo que produce una
contradicción entre la experiencia vivida y el mito, no permitiendo vivir
nuestras relaciones de una manera libre, saludable y enriquecedora.
Marcela Lagarde y de los Ríos es
una académica, antropóloga e investigadora mexicana y nos dice que “para amar tenemos que conocer, tener
conocimientos” la clave sería que cada un@ iluminara su configuración
amorosa, que analizara el sentido que le da al amor, sus relaciones amorosas,
su forma de amar. Esta es una clave profundamente moderna en cuanto al amor,
porque la clave tradicional es: el amor se da solo, no hay que analizar nada,
no es necesario conocer, el amor llega inesperadamente, te sale naturalmente del
corazón y solo debes entregarte.
Para amar, el primer interés
tiene que estar situado en nosotr@s mism@s, lo que me exige dar respuesta a las
preguntas: quién soy, qué soy, qué quiero, qué deseo, qué anhelo, qué necesito,
qué puedo, qué hago. Son preguntas que me guiaran en un recorrido para
desarrollar la autoconciencia. Si no conozco quien soy probablemente lo que
esté haciendo al amar es cumplir mandatos amorosos.
Más allá del ineludible
autoconocimiento también es importante conocer que el concepto de amor es una
construcción cultural y como tal sus significados han cambiado a lo largo de la
historia. La Dra. Lagarde, nos aproxima una reseña histórica con algunas formas
de amor, presentes en la tradición occidental que han configurado el modelo de
amar y que aún perviven en la actualidad.
Conozcamos de manera sintética
los contenidos del amor en algunas épocas: el mundo griego y la era burguesa.
Así encontramos que para la
tradición griega, el amor hace perfectas a las personas. Los griegos veían al
amante como un ser imperfecto que ama para encontrar en el otro o en la otra lo
que le falta, aquello de lo que carece y que le impide ser perfecto. Piensen en
la cantidad de expresiones amorosas contemporáneas que todavía llevan este
sello: ver en el amado o en la amada la encarnación de lo perfecto, de lo
único, de lo más maravilloso y lo que sucede con este imaginario cuando llegan
las desilusiones amorosas, los golpes son muy fuertes, porque ni quien ama ni
quien es amado son perfect@s.
También en el mundo griego se
consideraba que hay personas que tienen atractivo, y es por eso que atraen
amor, es por eso que se las ama. Hoy, sobrevive esta idea y es fuente de muchos
dramas, sobre todo para las mujeres, ya que socialmente la atracción se
considera muy efímera y está ligada al cuerpo y a la juventud. La pérdida de la
capacidad de atracción de las mujeres les
ocasiona un terrible sufrimiento puesto que existe una perversa relación
entre el “ideal” de belleza, salud y autoestima.
Otra época, es en la que surge el
amor burgués y es una de las formas que más ha impactado al amor contemporáneo.
Antes del amor burgués, las personas se unían por arreglos familiares, por
conveniencia social, por vincular a personas de un pueblo o tierra.
Cuando aparece el amor burgués,
se establece que el amor, el erotismo
y la sexualidad deben estar unidos, se establece que el amor pasión debe
conducir al matrimonio y la procreación. Esa es la vía legítima y autorizada
moralmente para mujeres y para hombres.
Aparece como norma moral
obligatoria la heterosexualidad, quedando impresa en la ideología que el amor
heterosexual es el amor natural y el no heterosexual es amor contra natura.
Se establece como regla social la
monogamia; enseguida la cultura patriarcal fijará las diferencias, la monogamia
es obligatoria para las mujeres, mientras que en los hombres es permitida,
aceptada y hasta promovida la poligamia. Como producto de la monogamia se
dispone la propiedad de los hombres sobre las mujeres, de ahí que deban llevar
sus apellidos y según este modelo cada mujer tiene como destino en la vida
hallar a un dueño, buscarlo y encontrarlo se vuelve un mandato. No se trata
únicamente que la mujer busque un amor, sino de hacer que ese amor sea su
dueño, su dueño jurídica, afectiva, sexual y económicamente.
Como fruto del amor burgués,
surgen “las madresposas”, mujeres especializadas en ser madres y en ser
esposas. Mujeres cuyo sentido central en la vida es encontrar un buen hombre –
o malo- pero al menos uno, para hacer la
vida con él, tener hijos y formar una familia, asociando que este modelo de
amor es la vía directa y sin escalas a la felicidad, considerando infeliz a la
mujer que no ha logrado ese modelo.
Esta ideología condujo y sigue
conduciendo a muchas mujeres a tener, sostener y a mantener relaciones
devastadoras, alimentándolas con fantasías e idealizaciones muy alejadas de sus
realidades concretas.
Y hoy, aquí estamos…
En nuestra búsqueda de vivir
plena y auténticamente necesitamos y queremos conocernos, conocer… y tenemos la
valiosa capacidad de cuestionar, dudar,
para poder discernir y elegir!!!
No nos confundamos con ideologías
y fantasías que nos alejan de nuestro centro y descubrámonos potenciando al
máximo nuestras VIDAS y nuestras relaciones.
Bibliografía:
Lagarde, Marcela 2001 “Claves
feministas para la negociación en el amor” 1º ed – Managua: Puntos de
encuentro. 2001
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