Clr.
Mariana L. Rezk
Sabemos que el amor romántico como ideal del amor aparece hacia el siglo XIX. Los
años han pasado; nuestras vidas cotidianas se han modificado y las
legislaciones han cambiado. Hemos conquistado cantidad de derechos a fuerza de
reclamos y luchas, y sin embargo, el amor
romántico y sus mitos nos siguen rodeando y “educando” de manera
diferencial a mujeres y hombres.
La mayoría de los productos culturales,
desde los cuentos infantiles hasta las telenovelas y series de televisión, pasando por letras de
canciones, revistas y
las películas que consumimos desde niñxs nos cuentan cómo debe ser ese amor: apasionado,
perfecto, para toda la vida, monógamo, heterosexual, donde el sacrificio de las
mujeres por el hombre amado está siempre presente, donde siempre hay obstáculos
y restricciones entre lxs amantes, donde muchas veces el amor no es
correspondido y por sobre toda las cosas no es igualitario entre mujeres y
hombres.
Al amor romántico lo rodean mitos
variados que pintan nuestra existencias de colores: la media naranja, el
príncipe azul, los trajes rosas de las princesas, el rojo de la pasión, la
verde esperanza del rescate a último momento, el horizonte azul y el sol
naranja de los sueños compartidos para siempre!
Dice Isabel Santa Cruz:
“La igualdad, entendida no como
identidad ni uniformidad ni estandarización, comporta, en primer lugar, la autonomía, es decir, la posibilidad de
elección y decisión independientes, que involucra la posibilidad de
autodesignación. En segundo lugar, igualdad supone autoridad o, lo que es lo mismo, la capacidad de ejercicio de
poder, el "poder poder”, como dice Celia Amoros:" «sólo puede
llamarse iguales a quienes son equípotentes». En tercer lugar, y estrechamente
conectada con la equípotencia, la
igualad requiere lo que podríamos llamar equifonía
es decir, la posibilidad de emitir una voz que sea escuchada y considerada como
portadora de significado y de verdad, y goce, en consecuencia, de credibilidad.
El cuarto carácter exigido por la igualdad es la equivalencia: tener el mismo valor, no ser considerado ni por
debajo ni por encima de otro. No basta con poder, sino que también hay que
valer, con la respetabilidad que ello implica. Los caracteres señalados tienen
por base necesaria la reciprocidad y el mutuo reconocimiento que pertenecen por
definición a la relación de igualdad.”
(Santa Cruz ,
Isabel. Sobre el concepto de igualdad: Algunas observaciones. Rev.
Isegoría, N° 6 (1992). Universidad de Buenos Aires. Pág
147.)
Entonces…
¿Dónde queda la autonomía y autodesignación, cuando se nos enseña a amar para la
fusión y que nuestra vida es vida en función de otro?
¿Dónde se esconde nuestra autoridad y equipotencia cuando se nos
relega al ámbito privado y las decisiones acerca de lo doméstico?
¿Dónde se escucha la equifonía y se asienta la
credibilidad cuando se nos desmiente en lo que sentimos y cuando decimos NO! se entiende sí?
¿Dónde encontramos equivalencia y valor personal cuando se nos trata como objetos
para ser comprados, vendidos o exhibidos?
El amor romántico es una creación
sociohistórica patriarcal que nos quita libertad y poder. Que nos separa y
enemista. Que nos deja solxs, aún en pareja.
El amor es una dimensión de lo
personal, pero también, y por sobre todo es político. Y si es político es
factible de ser deconstruido, modificado, cambiado…
¿Nos animamos a pintar amores de todos
los colores?
Que cambien, que muten, que crezcan,
que vayan y vengan, que nos igualen y empoderen!
Y por sobre todas las cosas que no
destiñan nuestro ser!
Bibliografía consultada:
Santa Cruz , Isabel. Sobre el
concepto de igualdad: Algunas observaciones. Rev.
Isegoría, N° 6 (1992):145-152. Universidad de Buenos Aires.
Lagarde, Marcela.Claves feministas para la
negociación en el amor. 1º ed. Managua: Puntos de encuentro, 2001.
Sampedro Díaz, Pilar. “El mito del amor y sus
consecuencias en los vínculos de pareja”. www.centropilarsampedro.es. (en línea 21/12/2013)
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