Si bien desde hace décadas las mujeres fuimos logrando cambios que nos posicionan positivamente en relación con nuestras pares de generaciones anteriores, relacionados con los roles que ocupamos en lo público y lo privado, definidos históricamente desde las desigualdades de género, hay todavía cambios sustanciales que necesitamos seguir trabajando.

La intención que nos anima es crear espacios donde poder compartir experiencias, reflexionar y construir colectivamente aprendizajes significativos que nos faciliten tomar conciencia de nuestra situación actual y nos permitan imaginar relaciones y prácticas transformadoras que surjan desde nosotras y puedan expandirse…

Integrantes de Equipo MuMi

Clr. Mariana L. Rezk, Clr. Susana Cypin, Clr. Paola Gentile, Clr. Cristina Zóccola

26/11/14

Modos de subjetivación del género femenino (Tradicional - Transicional - Innovador)



Hacer visible y explorar los aprendizajes en cuanto a los roles de género y como estos se articulan  en el entramado del orden social, nos permite cuestionar su funcionamiento y validez  posibilitando cambios que impactan en el sistema total de valores y significados de las mujeres para lograr una mayor confianza en las propias experiencias.

Veremos en esta oportunidad, el concepto modo de subjetivación; entendido como una construcción conceptual que se refiere a las formas de representación que cada sociedad instituye para la conformación de sujetos aptos para desplegarse en su interior, y las maneras en que cada sujeto constituye su singularidad (Bleichmar, 2005).

No es posible hablar de un modo único de subjetivación de género, ya que las relaciones y expectativas sociales al respecto han representado un cambio vertiginoso a partir de la segunda mitad del siglo XX y los comienzos del actual.


*Modo tradicional: estas mujeres han estructurado su vida en relación con los valores de la maternidad y la conyugalidad como áreas fundamentales de su desarrollo vital. En sus proyectos de vida no han incluido el desarrollo laboral o profesional, posibilidad reservada únicamente para los varones hasta casi la mitad del siglo XX. Este modelo de mujer tradicional fue construido como estándar de feminidad ligado a las necesidades de la sociedad industrial. Las mujeres (tradicionales) debían estar dispuestas “por amor” a convertir el salario masculino en comida preparada, casa limpia y niños criados y cuidados. A modo de contraprestación, esperaban que los varones las representaran en el espacio público, además de la manutención económica y la protección frente a los peligros y las vicisitudes económicas, políticas y de toda índole.
Desde otro ángulo del análisis, el modelo tradicional de mujer doméstica y sentimentalizada no se ha correspondido con la experiencia real de todas las mujeres ubicadas en el social histórico definido, ya que durante toda la modernidad ha habido algún tipo de presencia de las mujeres en el mercado laboral, sino que ha sido una representación hegemónica con fuerte impacto en la conformación del ideal de estas mujeres.
El mencionado sistema de ideales de estas mujeres está conformado por la maternidad y la conyugalidad basada en los valores de fidelidad y honra femenina y sus realizaciones personales por fuera de estos ámbitos tienen un lugar secundario en este sistema. Por ejemplo, estas mujeres solo trabajan rentadamente en caso de que sea necesario para complementar el sustento familiar; en caso contrario no suelen hacerlo pues ello no forma parte de las representaciones por las cuales se valoran a sí mismas y son valoradas socialmente. Gran parte de la autoestima está basada en el buen desempeño de los roles maternales y domésticos.
Estas mujeres tienden a la expresión indirecta de su hostilidad debida a la inhibición transmitida por los mandatos desde su primera infancia ya que han recibido una crianza orientada a que sean siempre buenas, obedientes, no protestar, ser humildes, hablar en voz baja o callarse como atributos propios de la femineidad.
La representación que tienen acerca de su cuerpo está ligada a ideales de belleza y juventud. El cuidado del cuerpo es considerado, fundamentalmente, en relación con poder ser bellas y jóvenes para poder ser elegidas e ingresar en el contrato conyugal, pero no se apropian de él, es un cuerpo para gustar a los otros, lo cual tiene serios efectos en su salud pues presentan dificultades en el autocuidado al no poder priorizarse.  Por otra parte, la sensualidad no se expresa de forma directa y activa sino pasivisada y reprimida, un canal que han constituido a partir del mandato social de que una “buena mujer” no debe expresar abiertamente su deseo sexual sino que debe convocar “pasivamente” a la expresión del deseo masculino sobre ella y “naturalmente” solo debe sentir deseo por su esposo.

*Modo transicional: los cambios que se produjeron a partir de la mitad del siglo XX, ligados a la entrada masiva aunque gradual de las mujeres al mercado laboral asalariado y su concomitante acceso a los diversos niveles de la educación formal generaron un nuevo modo de subjetivación, el transicional. Esta denominación, hace referencia a una idea de estar a “mitad de camino” ya que estas mujeres que entraron masiva y entusiastamente al mundo público, lo hicieron conservando en su interior, y desde la exigencia social, el modelo mujer- madre tradicional al que le adicionaron la inserción laboral y profesional.
El sistema de ideales está basado en la maternidad y la conyugalidad como valores fundamentales, pero combinados con expectativas en el mundo publico aunque las realizaciones personales ocupan un lugar secundario. Están atrapadas en una modalidad polar de organización del sistema de ideales: aunque ambos valores (amar y trabajar) forman parte de dicho sistema, la representación acerca del logro se traduce en que si tienen éxito en uno, no lo tendrán en el otro.
Presentan habilidades domesticas y maternales más operativas del tipo “resolver las cosas”. En el mundo público, suelen entrar con la lógica de lo privado, motivo por el cual presentan dificultad para entablar contratos y respetar roles y jerarquías “maternalizando” las relaciones laborales. Tienen limitaciones para establecer honorarios y retribución por su trabajo, esperan que los otros los definan por ellas.
El erotismo es valorado como un bien conyugal y el disfrute sexual es considerado importante dentro de los vínculos que tienden a armar. Pero al persistir en términos vinculares el modelo de doble estándar de la sexualidad masculina se resienten frente a la posibilidad de relaciones extraconyugales del marido.
Acerca de la representación que tienen de su cuerpo, prestan menor atención al ideal de belleza y la importancia del cuerpo “joven” permanece como valor relativo a las representaciones actualmente vigentes y en competencia con otras mujeres. El cuidado del cuerpo lo realizan como parte de sus deberes dentro del contrato conyugal, que les exige mantenerse bien y tienen dificultades para su apropiación. Pero aun así se ve cierta apertura a las representaciones ligadas al placer personal que les puede permitir el cuerpo, ausente en las más tradicionales.

*Modo innovador: en la actualidad comienzan a aparecer nuevos modos que no guardan un patrón de definir más que por su diversidad, en tanto que incluyen una amplia gama de posibilidades de construcción subjetiva en la cual la maternidad y la conyugalidad se plantean como una opción y ya no como un mandato. La inclusión laboral, con las variaciones propias según el sector social, se constituye en una condición para el autosustento, propio de este modelo ya sea que la mujer viva sola, en pareja o en familia.
En lo referente a los valores en los cuales basan su autoestima, el ideal del trabajo coexiste codo a codo con el de la maternidad, pero existen varios casos, fundamentalmente en las más jóvenes que postergan la maternidad como proyecto a desarrollar luego de haber alcanzado cierto nivel profesional. Este es el primer grupo en el cual ser o no ser madres aparece como una opción  personal.
El problema especifico de este grupo se manifiesta que al tener mayor libertad y menor coerción externa les impone una necesidad de tomar decisiones que como colectivo genérico, es aun una posibilidad reciente ya que tienen poca trayectoria en el campo de la responsabilidad subjetiva y autonomía. Por lo tanto sufren grandes padecimientos al sostener dos o más ideales fuertemente demandantes (por ejemplo, ser simultáneamente excelentes madres, maravillosas esposas y excepcionales trabajadoras), en un mundo todavía patriarcal que no facilita su concreción.
Al mismo tiempo, estas mujeres presentan ideales altamente exigentes, y evidencian una gran dificultad para renunciar a alguno de ellos o cuanto menos reducir el grado de aspiraciones (que todo no sea “diez puntos”) como forma de negociación interna para poder compatibilizar los distintos deseos y posibilidades que las habitan.
Tienen mayor facultad para la expresión erótica. Diferencian en sus prácticas, entre obtener gozo erótico y establecimiento de pareja, por lo tanto pueden tener relaciones sexuales satisfactorias con partenaires de los cuales no se sienten enamoradas, posibilidad casi inexistente en los modelos anteriores que asimilaban sexualidad con enamoramiento.
En relación con la imagen que tienen de su cuerpo, se puede destacar que alcanzan mayor apropiación de éste como fuente de placer, el cual pierde el valor solo como objeto de belleza.

Bibliografía:
Tajer, D. (2009). Modos de subjetivación: modos de vivir, de enfermar y de morir. Heridos corazones vulnerabilidad coronaria en varones y mujeres. Buenos Aires: Paidós, 47-68.

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