Si bien desde hace décadas las mujeres fuimos logrando cambios que nos posicionan positivamente en relación con nuestras pares de generaciones anteriores, relacionados con los roles que ocupamos en lo público y lo privado, definidos históricamente desde las desigualdades de género, hay todavía cambios sustanciales que necesitamos seguir trabajando.

La intención que nos anima es crear espacios donde poder compartir experiencias, reflexionar y construir colectivamente aprendizajes significativos que nos faciliten tomar conciencia de nuestra situación actual y nos permitan imaginar relaciones y prácticas transformadoras que surjan desde nosotras y puedan expandirse…

Integrantes de Equipo MuMi

Clr. Mariana L. Rezk, Clr. Susana Cypin, Clr. Paola Gentile, Clr. Cristina Zóccola

31/10/14


Mujeres y dinero

Clr. Paola Gentile


El dinero ha sido creado por las culturas para perfeccionar el sistema de trueque de los objetos y como tal sabemos, tiene un valor intrínseco, que es el que permite el intercambio de bienes y servicios pero… en el orden patriarcal - el dinero - también posee un valor simbólico: representa “el Poder” y desde las distintas instituciones (familia, escuela, estado, religión) a las mujeres no nos han facilitado los medios para que transitemos por la vida desde la autonomía y la independencia.

La actividad laboral es la que nos permite obtener el dinero para satisfacer nuestras necesidades y quien tiene dinero, tiene “poder” poder de hacer, decidir, elegir, negociar, cambiar…

A lo largo de la historia, los sistemas de género han construido identidades profesionales sexuadas y la diferencia fundamental entre varones y mujeres es que: a las mujeres se las ha educado básicamente para el ámbito privado (domestico, reproductivo, afectivo) y a los varones para el ámbito público (laboral, académico, científico, político, económico) es decir, donde se origina y se ejerce el poder. El resultado de esta educación promueve, la división sexual del trabajo donde el trabajo masculino es valorado social y económicamente; y el trabajo femenino subvalorado, no reconocido.

Si bien en la actualidad la vida de las mujeres ha experimentado un cambio extraordinario con la llegada del nuevo milenio y de acuerdo a un estudio realizado por del Banco Interamericano de desarrollo (BID) “Nuevo siglo, viejas disparidades” las mujeres constituyen el 40% de la fuerza de trabajo mundial, sin embargo, en América Latina, continúan ganando un 17% menos que los hombres. El informe señala además que, pese a tener más años de educación que los hombres, las mujeres se concentran en las ocupaciones peor remuneradas como la enseñanza, la salud o el sector servicios.

Como podemos ver, el trabajo que forma parte de la vida y de las relaciones humanas, no está ajeno a las influencias del patriarcado, ya que más allá que la elección de las profesiones u ocupaciones pueda llegar a estar atravesada por las construcciones sociales de género, esas elecciones posicionan, a las mujeres, en un lugar de clara desventaja económica.

Y nos preguntamos ¿Por qué?

¿Por qué las tareas que hacen al cuidado, crecimiento y desarrollo humano, son tan poco “valoradas”?

¿Por qué se piensa socialmente que la independencia y la autonomía de las mujeres, atenta contra el buen ejercicio de la maternidad? ¿Por qué la paternidad nunca se ha pensado en estos términos?

¿Por qué los lugares de trabajo aun no cuentan con guarderías gratuitas que garanticen  a las trabajadoras el acceso y continuidad a la actividad laboral?

¿Por qué cada vez más mujeres van aprendiendo a valorar lo que hacen, pero aún a algunas les cuesta tanto poner un precio de mercado a su actividad?

¿Por qué dentro de la sociedad conyugal, cuando la mujer se dedica a las tareas domésticas y el cuidado de l@s hij@s y el hombre sale a trabajar, es mayor la posibilidad de quedar expuesta a padecer violencia económica?

Para poder desarmar los condicionamientos de la cultura patriarcal, es importante hablar de estos temas, interrogándonos, preguntándonos, dudando… porque con más información podemos acceder a una mayor conciencia reflexiva.


Empoderamiento

En la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer celebrada en Beijing (1995) se consolida la idea de trabajar por el “empoderamiento de las mujeres” como algo necesario para lograr la igualdad de géneros. El concepto de empoderamiento se relaciona con el poder entendido, no como dominación sobre los demás, sino como capacidad de las mujeres de aumentar su auto-confianza e influir en los cambios. 

Empoderarse, supone ser dueñas de sí mismas – con autoridad para tomar decisiones, asertivas en nuestras elecciones, autónomas, capaces de vincularnos afectivamente sin dependencias nocivas - en definitiva, que podamos actuar como sujetas de derecho no sometidas a control ni limitadas por los roles que la sociedad les impone.

Para lograr sociedades más justas - tarea que no debe ser solo del cincuenta por ciento de la población, sino por el contrario, del total de la población - es importante reflexionar sobre como la problemática laboral femenina nos coloca en una situación de dominación, subordinación, subvaloración, obstaculizando la posibilidad de obtención de los “medios para procurarnos cosas” lo que aun continua debilitando nuestro poder personal.

 

LAS MUJERES Y EL DINERO

Clr. Cristina Zóccola


A lo largo de la historia las mujeres han tenido un papel secundario en cuestión de dinero. Hasta no hace mucho tiempo no tenían acceso a ser dueñas de propiedades y sus maridos eran los amos y señores de cualquier cosa de valor, salvo en el caso de alguna que otra que por la viudez tenía que hacerse cargo por ella misma o encontrar otro marido que tomara la rienda de los negocios y propiedades.

Con estos antecedentes es fácil saber por qué a la mujer le cuesta tanto trabajo tomar el control de sus finanzas pues históricamente vienen cargando la ignorancia del manejo del dinero.


También, en general, en la mayoría de las familias no se habla de dinero y mucho menos se da educación financiera, todo lo que se aprende es a base de la observación y generalmente no son cosas muy positivas. En la escuela tampoco nos dan este tipo de educación, así que cuando la mujer sale a trabajar, por lo general, no tiene ni la menor idea de lo que tiene que hacer con su dinero.

Este es un tema muy confuso porque las mujeres por lo general están muy atrasadas en lo que respecta a la educación financiera. No es que los hombres estén muy bien informados pero a ellos se les empujó más a que aprendieran a manejar el dinero por aquello de que son los “proveedores” del hogar, aunque esto, ahora, está cambiando a pasos agigantados.

A los niños se les dice que tienen que ser buenos para las matemáticas mientras que las niñas se dedican más a las ciencias sociales. Tal vez esta sea una de las causas por las que  las mujeres traemos una carga de vergüenza en materia de dinero y no nos atrevemos a confesar que no tenemos ni la menor idea de lo que queremos, debemos o podemos hacer con él.

Se podría decir que en los años 50 y, tal vez, hasta los 70, la mujer era ama y señora del hogar y tenía un gran poder sobre las decisiones económicas tomadas dentro del mismo pero lo ejercía indirectamente. Influía desde un segundo plano y siempre dentro del ámbito de lo privado, en lo doméstico. A partir de fines de los 60, se comenzó con un involucramiento muchísimo mayor ya no sólo en la administración del dinero sino en la conquista de la independencia financiera, es decir, en ganar ese dinero. Es la era de las superpoderosas, mujeres que en algún punto no sólo comienzan a ponerse en pie de igualdad con los hombres sino que adoptan sus modos. Hoy ese modelo ha evolucionado, la independencia económica de las mujeres es un hecho y su poder en ese ámbito una realidad contundente, por lo que nos permitimos relacionarnos con el dinero de un modo más acorde a nuestra naturaleza. No nos hace falta masculinizarnos sino que nuestra sensibilidad y aspectos emocionales también se expresan en nuestra forma de manejar el dinero. 

 
El “precio” de ser Mujer. El manejo del dinero en la pareja y sus consecuencias

Susana Cypin


Dinero, tema escabroso si los hay, y que causa muchas veces peleas y enfrentamientos en las relaciones, entre hermanos, amigos, naciones! Cuanto más en la parejas!

Obviamente, siempre escuchamos decir: “cada pareja es un mundo…” y cada una sabrá como resuelve sus diferencias sobre este tema,

Pero sabemos que, puertas adentro, existen siempre contratos, implícitos, (que no fueron hablados) que definirán de que manera se distribuyen roles, se establecen reglas sobre tareas y responsabilidades, los espacios propios y comunes y también sobre el manejo del dinero. El dar por sentado estas cuestiones y no hablarlas llevan a vincularnos de manera disfuncional, generando rencores y resentimientos.

Estas conductas seguirán patrones adquiridos en las propias familias de origen, pero de ninguna manera podemos dejar de lado los mandatos sociales y culturales, que históricamente han situado a los hombres  como “naturales” proveedores, administradores, (“mi marido siempre manejó el dinero, tal así que cuando falleció no sabía ni cuanto gastábamos por mes ni que tenía que pagar”) y a las mujeres gastadoras descontroladas, por lo tanto, esto los habilita a tomar las decisiones importantes con respecto al uso del dinero (“teníamos un pozo en común donde poníamos lo que los dos ganábamos, pero él guardaba a escondidas y compró un auto sin avisarme!!”) porque además la mayoría de las veces son quienes reciben los sueldos más altos.

Por estos tiempos, sabemos que hay situaciones que han cambiado y muchas mujeres son autónomas y económicamente independientes, aún así, en algunos casos suelen delegar las cuestiones administrativas y económicas de sus empresas o negocios a los maridos. (“Ellos son buenos para los números”), o es él quien administra los sueldos (“resulta que desde que nos separamos, dispongo de más plata que antes!”). También cuando la mujer gana más que su marido, porque “ no puede demostrar a los demás que ella me mantiene”.   

Los mitos que siguen sosteniendo al hombre como “superior” en estas cuestiones económicas lo dejan prisionero de la exigencia de llevar sobre sus espaldas la carga de “mantener” a su familia, (y las consecuencias no tardan en evidenciarse cuando de golpe, pierden el trabajo). Si hay un “superior”, hay otro “inferior”, en este caso las dificultades que representan para las mujeres relacionarse con el dinero y la manera de acceder al mismo, provocan baja valoración de sí mismas, y terminan convenciéndose que la única manera de conseguirlo sería a través de una pareja, y hoy todavía escuchamos decir “lo eligió solo por su dinero”, “buscate uno que te mantenga!”.

En sociedades donde las desigualdades de género se han reducido, y las posibilidades laborales y de ingresos son más igualitarias, también se manifiestan diferencias con respecto al manejo y uso del dinero, siendo que muchas veces las mujeres relegan sus propios intereses y necesidades, ante los de la familia. Tal vez por presiones internas, y por ideologías de género, que siguen sosteniendo una posición “subordinada” disfrazada de una expresión de amor y cuidado hacia los otros. 

Bibliografía:
-CORIA, CLARA, “El dinero en la pareja”, Ed. Paidós, (2003)
- Bajo la aparente igualdad de género. El reparto del dinero en las familias suecas. . Charlott Nyman, Lasse Reinikainen and Lasse Reeinikainen Ábaco 2 Epoca, No. 29/30, La familia en el siglo XXI (2001), pp. 29-38 Published by: Centro de Iniciativas Culturales y Estudios Economicos y Sociales (CICEES) . :http://www.jstor.org/stable/20796683
- http://blog.edmond.cl/2012/10/17/matrimonio-mismas-metas-diferentes-ingresos/