Prácticas
patriarcales en nuestros cuerpos
Clr Paola Gentile –
Clr. Cristina Zóccola
Existe
un lugar en donde las prácticas patriarcales realizan su inscripción visible y
ese lugar es el cuerpo femenino.
Históricamente
desde esta ideología, que se ha servido de múltiples claves, signos,
artificios, trampas, costumbres, creencias y complicidades, el cuerpo de las
mujeres, ha sido tratado como un objeto, ya sea para atraer, complacer, saciar
o satisfacer deseos, caprichos o necesidades de otros
Ha pertenecido
al mundo de las cosas y se lo ha considerado como “cuerpo para los otros”.
La
mirada patriarcal lo define como bello o feo, dicta las medidas de su belleza,
lo excluye o exacerba en su sensualidad, le asigna roles y espacios sociales,
regula y se adueña del funcionamiento de su actividad sexual y de su capacidad
reproductora. Y esa misma mirada lo ha condenado de múltiples y nefastas
maneras; a lo largo de los siglos ha sido usado para rituales, quemado en la
hoguera, apedreado en la plaza pública, utilizado como botín de guerra…
No
solo se han apropiado de un lugar tan sagrado como es nuestro cuerpo, sino que
nos han despojado de nuestra humanidad, cada atentado llevado adelante en
contra del lugar físico donde concretamente se ha realizado el daño,
afecta y atraviesa nuestra alma, nuestra
vida entera.
En
este análisis, reflexionaremos desde nuestra actualidad, por un lado sobre el
mito de la belleza como una manera sutil, que puede pasar desapercibida hasta
que se intenta poner nombre y darle significado a lo que parecerían ser
cuestiones tan triviales como es el aspecto. Y por otro nos detenemos
puntualmente a algunas situaciones o hechos donde el cuerpo es el depositario
de la violencia.
El mito de la belleza
En
occidente vivimos en la era de la cirugía estética donde todo parece posible.
Los cuerpos tratan de adaptarse a los deseos y esto lleva a una sobrevaloración
del envase sin importar demasiado el contenido.
Naomi Wolf en su libro titulado “El mito de la belleza” nos
dice que “Al liberarse las mujeres de la mística femenina de la domesticidad,
el mito de la belleza vino a ocupar su lugar y se expandió para llevar a cabo
su labor de control social”. Wolf explica que hay algo oculto en que asuntos
tan triviales como todo lo relacionado con el aspecto físico, el cuerpo, la
cara, el pelo y la ropa tengan tanta importancia. Ya que el mito de la belleza,
prescribe una conducta y no una apariencia. “Lo más importante es que la
identidad de las mujeres debe apoyarse en la premisa de la belleza, de modo que
las mujeres se mantendrán siempre vulnerables a la aprobación ajena, dejando
expuesto a la intemperie ese órgano vital tan sensible que es el amor propio”.
Todo el tiempo estamos siendo bombardeadas con “ideales de
belleza” imposibles de alcanzar, que solo nos llenan de desencanto y
enfermedad.
Sabemos que la bulimia y la anorexia son las epidemias de
ésta época y en muchos ámbitos somos condenadas y excluidas por la pérdida de
la juventud.
El depositario
de la violencia física y sexual
Con profundo pesar, sufrimos cotidianamente al encontrarnos
con infinitas situaciones de sometimiento y dominación.
Todos los días y en todas partes del mundo el cuerpo
femenino es el depositario de la violencia física y sexual y esto sin
distinción de edad, cultura o religión.
Es el cuerpo femenino, el que recibe los golpes, las
quemaduras, las fracturas, las cuchilladas, los disparos…
Es el cuerpo femenino el que es vulnerado, ultrajado,
acosado, esclavizado, manoseado, abusado, mutilado, violado…
Es el cuerpo femenino el que es coartado en su libertad
cuando a la mujer no se le permite decidir el número de embarazos o el
intervalo entre los nacimientos…
Es el cuerpo femenino el que recibe la violencia que ejerce
el personal de salud sobre el cuerpo en los procesos reproductivos…
Es el cuerpo femenino al que se lo condena a habitar
ciertos espacios y se le prohíbe participar de otros…
Es al cuerpo femenino al que se le dice como debe vestirse,
moverse, comportarse, arreglarse, mostrarse…
Nuestra tarea
Es necesario que como mujeres pongamos luz a miradas tan
oscuras y perversas, hoy llega el momento en que nos apropiemos del cuerpo que
“somos”…
Que lo conozcamos, cuidemos, protejamos, defendamos…
Que resignifiquemos su importancia, su valor, como único y
preciado instrumento para caminar por la vida ya que través de él podemos
explorar nuestra vitalidad a través de infinitas experiencias, sensaciones,
gustos, preferencias…
Que reconozcamos y reconciliemos con sus ciclos naturales y
los respetemos…
Y que gocemos y
celebremos su perfecta magnificencia…