Si bien desde hace décadas las mujeres fuimos logrando cambios que nos posicionan positivamente en relación con nuestras pares de generaciones anteriores, relacionados con los roles que ocupamos en lo público y lo privado, definidos históricamente desde las desigualdades de género, hay todavía cambios sustanciales que necesitamos seguir trabajando.

La intención que nos anima es crear espacios donde poder compartir experiencias, reflexionar y construir colectivamente aprendizajes significativos que nos faciliten tomar conciencia de nuestra situación actual y nos permitan imaginar relaciones y prácticas transformadoras que surjan desde nosotras y puedan expandirse…

Integrantes de Equipo MuMi

Clr. Mariana L. Rezk, Clr. Susana Cypin, Clr. Paola Gentile, Clr. Cristina Zóccola

31/7/14



Prácticas patriarcales en nuestros cuerpos



Clr Paola Gentile – Clr. Cristina Zóccola




Existe un lugar en donde las prácticas patriarcales realizan su inscripción visible y ese lugar es el cuerpo femenino.

Históricamente desde esta ideología, que se ha servido de múltiples claves, signos, artificios, trampas, costumbres, creencias y complicidades, el cuerpo de las mujeres, ha sido tratado como un objeto, ya sea para atraer, complacer, saciar o satisfacer deseos, caprichos o necesidades de otros

Ha pertenecido al mundo de las cosas y se lo ha considerado como “cuerpo para los otros”.

La mirada patriarcal lo define como bello o feo, dicta las medidas de su belleza, lo excluye o exacerba en su sensualidad, le asigna roles y espacios sociales, regula y se adueña del funcionamiento de su actividad sexual y de su capacidad reproductora. Y esa misma mirada lo ha condenado de múltiples y nefastas maneras; a lo largo de los siglos ha sido usado para rituales, quemado en la hoguera, apedreado en la plaza pública, utilizado como botín de guerra…

No solo se han apropiado de un lugar tan sagrado como es nuestro cuerpo, sino que nos han despojado de nuestra humanidad, cada atentado llevado adelante en contra del lugar físico donde concretamente se ha realizado el daño, afecta  y atraviesa nuestra alma, nuestra vida entera.



En este análisis, reflexionaremos desde nuestra actualidad, por un lado sobre el mito de la belleza como una manera sutil, que puede pasar desapercibida hasta que se intenta poner nombre y darle significado a lo que parecerían ser cuestiones tan triviales como es el aspecto. Y por otro nos detenemos puntualmente a algunas situaciones o hechos donde el cuerpo es el depositario de la violencia.

El mito de la belleza

En occidente vivimos en la era de la cirugía estética donde todo parece posible. Los cuerpos tratan de adaptarse a los deseos y esto lleva a una sobrevaloración del envase sin importar demasiado el contenido.

Naomi Wolf en su libro titulado “El mito de la belleza” nos dice que “Al liberarse las mujeres de la mística femenina de la domesticidad, el mito de la belleza vino a ocupar su lugar y se expandió para llevar a cabo su labor de control social”. Wolf explica que hay algo oculto en que asuntos tan triviales como todo lo relacionado con el aspecto físico, el cuerpo, la cara, el pelo y la ropa tengan tanta importancia. Ya que el mito de la belleza, prescribe una conducta y no una apariencia. “Lo más importante es que la identidad de las mujeres debe apoyarse en la premisa de la belleza, de modo que las mujeres se mantendrán siempre vulnerables a la aprobación ajena, dejando expuesto a la intemperie ese órgano vital tan sensible que es el amor propio”.

Todo el tiempo estamos siendo bombardeadas con “ideales de belleza” imposibles de alcanzar, que solo nos llenan de desencanto y enfermedad.

Sabemos que la bulimia y la anorexia son las epidemias de ésta época y en muchos ámbitos somos condenadas y excluidas por la pérdida de la juventud. 

El depositario de la violencia física y sexual 
Con profundo pesar, sufrimos cotidianamente al encontrarnos con infinitas situaciones de sometimiento y dominación.

Todos los días y en todas partes del mundo el cuerpo femenino es el depositario de la violencia física y sexual y esto sin distinción de edad, cultura o religión.



Es el cuerpo femenino, el que recibe los golpes, las quemaduras, las fracturas, las cuchilladas, los disparos…

Es el cuerpo femenino el que es vulnerado, ultrajado, acosado, esclavizado, manoseado, abusado, mutilado, violado…

Es el cuerpo femenino el que es coartado en su libertad cuando a la mujer no se le permite decidir el número de embarazos o el intervalo entre los nacimientos…

Es el cuerpo femenino el que recibe la violencia que ejerce el personal de salud sobre el cuerpo en los procesos reproductivos…

Es el cuerpo femenino al que se lo condena a habitar ciertos espacios y se le prohíbe participar de otros…

Es al cuerpo femenino al que se le dice como debe vestirse, moverse, comportarse, arreglarse, mostrarse… 

Nuestra tarea

Es necesario que como mujeres pongamos luz a miradas tan oscuras y perversas, hoy llega el momento en que nos apropiemos del cuerpo que “somos”…

Que lo conozcamos, cuidemos, protejamos, defendamos…

Que resignifiquemos su importancia, su valor, como único y preciado instrumento para caminar por la vida ya que través de él podemos explorar nuestra vitalidad a través de infinitas experiencias, sensaciones, gustos, preferencias…

Que reconozcamos y reconciliemos con sus ciclos naturales y los respetemos…

 Y que gocemos y celebremos su perfecta magnificencia…



Los años pasan y nosotras crecemos…


Counselor Mariana L. Rezk

…“la infancia se acorta y tiende a desaparecer, la adolescencia se prolonga, la adultez se resiste y la vejez se niega”. (1)



Estamos atravesando una etapa socio histórica en donde el modelo de éxito y de belleza se liga al de la adolescencia y de la juventud. Esto rige tanto para varones como para mujeres. Pero mientras ellos “maduran”, nosotras envejecemos. Y en esto si hay una diferencia, y como es usual en el patriarcado, es una diferencia desigual.

Alrededor de los 45 y 55 años se presenta, en nosotras, la menopausia. Se da por sentado que la menopausia es una experiencia universal para las mujeres, es decir, que es natural.

“El modelo biomédico define el carácter triplemente anormal de la mujer menopáusica en contraste con otras especies animales (mujer menopáusica como la única dentro del reino animal que alcanza a vivir un tercio de su vida habiendo perdido sus capacidades reproductivas), con el hombre (la mujer caracterizada por una fisiología hormonal cíclica e inestable) y con la mujer joven (la mujer menopáusica caracteriza por su imposibilidad de procrear) (2).



Desde este paradigma no se tiene en cuenta la gran variedad de significados y la aparición de una diversidad de manifestaciones asociadas a la misma, que pueden encontrarse en diferentes momentos históricos y en diferentes culturas. Muchas veces creemos que el malestar que sentimos por el paso del tiempo por nuestros cuerpos es completamente personal, pero, si nos detenemos a observar y a conversar con otras mujeres, nos damos cuenta que ese malestar es compartido y que tiene una dimensión social e ideológica.

Al estar inmersas en una cultura como la patriarcal y occidental, que tiende a organizar de manera polarizada el mundo, nos encontramos enredadas en dicotomías asfixiantes como bueno/malo, fertilidad/infertilidad, juventud/vejez, belleza/fealdad…

Las mujeres a medida que crecemos nos vamos  alejando del modelo estereotipado de belleza, juventud y fertilidad que se nos marca desde lo cultural. Esta percepción no tiene en cuenta que la etapa del climaterio y la menopausia es, en realidad, es una etapa más de nuestras vidas en la que se conjugan, como cualquiera de las otras etapas del ciclo vital, factores biológicos, psicológicos, sociales y culturales.

Salirnos de estos corsés biomédicos y simbólicos implica poder vivir de manera más libre y plena nuestro transcurrir por el ciclo vital, sin compararnos, sin medirnos con modelos patologizantes, ajenos, rígidos y estereotipados. Al liberarnos de modelos polarizados podemos  dar rienda suelta a nuestros cuerpos tal como son, encontrar nuevos objetivos, desplegar nuevas potencialidades y desarrollar nuestra independencia y autonomía personal.

Desmontar estos mitos y estereotipos, que sustentan esta sociedad patriarcal, posibilita reconocernos más iguales y más diferentes, y construir una sociedad más amplia y más diversa que pueda ser disfrutada con más años, más experiencia y más libertad.



Citas:

(1) Allidière, Noemí. (1995) Observaciones sobre la infancia ¿una categoría psicosociológica problemática? En Cuadernos de Trabajo Social N° 1, UBA, Bs. As.

(2) Blass Lahitte, Héctor; Fitte, Ana Leticia. Reflexiones antropológicas acerca de la construcción biomédica de la menopausia. Pliegues de Yuste: http://www.pliegosdeyuste.eu/sumario78c.asp (Consultado el 30/07/2014)



Bibliografía consultada:


Ribera, L. F. (2003). Análisis sobre los modelos culturales de la menopausia. Recuperado el 30/07/2014 en: www.ub.edu/antropo/doctorat/Tesines/2003/Frances_Lidia.PDF

Lewis, D. C. (2003). Climaterio y menopausia, una mirada de género. Revista de Ciencias Sociales. Universidad de Costa Rica, 6, 107-112.

Cuerpos, género y medios de comunicación.

Counselor Susana Cypin

                      
“Este cuerpo que es mío. Este cuerpo que no es mío. Este cuerpo que, sin embargo, es mío. Este cuerpo extraño. Mi única patria. Mi habitación. Este cuerpo a reconquistar. Jeanne  Hyvrard.


Tal como nos ilustra el antropólogo David Le Breton, “todo lo que está en el mundo pasa por el cuerpo”. Vamos siendo en un cuerpo, en sus manifestaciones, cuerpo inserto en una cultura y en un contexto socio-histórico determinado. Cuerpo atravesado por la dimensión simbólica y objeto de representaciones e imaginarios sociales (Le Breton 2002)

El  sexo de cada individuo se inscribe en el cuerpo al nacer, la biología marcará mujer o varón, la cultura nos marcará el género, desde los comportamientos estipulados para femenino o masculino, sobre ese cuerpo.

Pero, como indica Michel Foucault, “la sexualidad es construida a través de relaciones de poder…”

Estas relaciones de poder, se manifiestan en el cuerpo de las mujeres, a través de mandatos y modelos que nos influencian desde las imágenes sociales y culturales estereotipadas, limitando el hacer y el desarrollo de las mujeres.

Desde chicas se van imponiendo modelos que otorgan identidad, valor y significación social y personal. El cuerpo debe tener determinadas formas, y edad en función de resultar atractivo. Está siempre en exposición. “Es como si el cuerpo de la mujer fuera de propiedad social”

Lo femenino también está relacionado con determinados elementos de carácter biológico que se dan en el ciclo vital, menarquía, maternidad, menopausia, otorgando una identidad biológica que no incluye aspectos cruciales en el desarrollo de la persona, como si solo con estas cualidades ya estuviéramos conformadas. 

Adoptamos de esta manera mandatos culturales de belleza femeninos, que imponen determinadas cualidades a las que todas queremos acceder, con la consecuente inadecuación cuando esto no es posible, manifestada en insatisfacción, pero muchas veces también en distintas enfermedades. “El mito de la belleza femenina incluye elementos muy limitadores para las mujeres, que han sido históricamente muy convenientes para el sexo masculino” (Freixas)

La tiranía de la imagen, obliga a cambiar el cuerpo, (dietas, cremas, cirugías, tinturas, etc.) como si de esta manera cambiáramos nuestra existencia, negando el paso del tiempo, y desvalorizando el envejecimiento natural de ese cuerpo, donde se inscribe la vida.

“Este rechazo, del cuerpo es sobre todo rechazo al cuerpo de la mujer, porque la mujer es un cuerpo. La mujer vale lo que vale su cuerpo y el hombre es lo que su cuerpo hace, su obra” (Le Breton)

Los medios de comunicación, como difusores de estereotipos, juegan un papel importante no solo al imponer estilos a seguir, como se ve, cada vez a más temprana y edad y a su vez extendiendo ese ideal lo más posible, por sobre lo que la biología impone.

Pero además los medios se apropian de los cuerpos y los cosifican cuando, en noticias policiales vemos que exponen morbosamente  situaciones de profunda intimidad, y datos del ser y hacer de las víctimas, poniendo el foco en ellas mismas, minimizando responsabilidad del  victimario.

Todos estos comportamientos resultan de difícil remoción, simplemente invitamos a reflexionar, desde este espacio, repensar y abrir nuevos caminos.



Bibliografía:

Freixas, Ana, “La edad escrita en el cuerpo y en el documento de identidad. en Los cambios en la vida de las mujeres, Parte 2”, Ed. Paidós, 2008
Le Breton, David, “Pensar el cuerpo es pensar el mundo” en: http://www.topia.com.ar/articulos/david-le-breton%E2%80%9Cpensar-el-cuerpo-es-pensar-el-mundo%E2%80%9D, (en línea 29-07-2014)


CUERPO
Somos cuerpo. Ponemos el cuerpo.

Ponemos nuestros cuerpos. En la maternidad, en la crianza, en el trabajo, en el amor, en el dolor y en el placer... 

Ponemos nuestros cuerpos en las luchas cotidianas y en los merecidos descansos…
De que cuerpos estamos hablando?

Hablamos de los cuerpos de las mujeres, de nuestros propios cuerpos… en definitiva de nosotras mismas enteras e integras!