(Clor. Paola Gentile)
Escuchando hace unos días sobre el fenómeno “piquetetazo” y la polémica instalada sobre si es “inapropiado” que las mujeres amamanten en público, me detengo a escuchar todas las opiniones que circulan desde los distintos lugares y me indigno al darme cuenta de cuanto camino nos falta aun por recorrer para evolucionar como sociedad hacia el respeto sobre la integridad de nosotras- las mujeres-.
Una vez más muchos opinan, prohíben, censuran, alientan, juzgan, se alimentan, se erotizan, maternizan, moralizan, horrorizan e incomodan… quedando de manifiesto como desde los distintos lugares - comunitarios, familiares, políticos, científicos - quieren continuar decidiendo sobre nuestro cuerpo, ejerciendo demasiada presión social, ante la cual quedamos expuestas y vulnerables en relación al hecho de amamantar.
A mi entender desde el respeto en el que añoro vivir, y con respecto a este tema en particular, es necesario que cada uno, cada una, desde los distintos lugares en los que nos desenvolvemos, nos comprometamos a no continuar sosteniendo los mandatos patriarcales que persisten en definir lo que como mujeres debemos hacer, cuando y en donde.
Recientemente, del 1 al 7 de agosto ha transcurrido la semana mundial de la lactancia materna, donde el mensaje de la ONU es claro y contundente “La lactancia natural es el mejor modo de proporcionar al recién nacido los nutrientes que necesita” el mensaje es unilateral, pero las realidades socio-económicas y familiares de las mujeres que amamantan son de constituciones múltiples, por lo que apelo nuevamente al respeto que como humanidad debemos tener cuando vemos a una mujer dar la teta, porque detrás de lo que estamos viendo, existe una realidad a la que no podemos acceder en su totalidad, que desconocemos. Y de lo único que si podemos estar seguros/as es que en ese darse, - la mujer - está dando de sí, razón más que valiosa y suficiente para respetarla.
En esta misma línea, también añoro que se fomente la autonomía de las mujeres para la “libre elección” sobre la decisión de amamantar, y aquí me parece sumamente indispensable que seamos informadas al respecto pero no manipuladas desde las culpas, las obligaciones, ni la vergüenza. Y mientras tanto en las expectativas y demandas sociales se va formando un entretejido de contrariedades, las que sin dudas nos afectan, desorientan y confunden; podemos recibir mensajes del “deber de amamantar” y si no lo hacemos eso se asocia muy ligeramente al hecho de ser una mala madre. Por otro lado, te hablan de satisfacer la “libre demanda” pero condicionan sobre cuál es el lugar “adecuado” y no hay compromiso gubernamental en la construcción de los considerados “apropiados”.
Para finalizar, mi última añoranza es que sobre nosotras - las mujeres- surjan miradas amorosas, aceptantes e integradoras sobre la totalidad de nuestro ser, que no nos llenen con mandatos que se vuelven terribles cargas de sobrellevar y que nos obstaculizan que cada una pueda descubrir el propio significado a las experiencias que transitamos a lo largo de nuestras vidas.