(Clr. Paola Gentile)
“Cuando las cabezas de la mujeres se juntan alrededor de “un fuego”,
nacen fuerzas, crecen magias, arden brasas, que gozan, festejan, curan,
recomponen, inventan, crean, unen, desunen, entierran, dan vida,
rezongan, se conduelen…” (Simone Seija Paseyro)
La palabra sororidad deriva de la hermandad entre mujeres, hermandad
por elección y decisión, a través de la cual se van entretejiendo lazos
de confianza, respeto, seguridad y amor.
Son las experiencias de
sororidad, las que conducen a las mujeres a la búsqueda de encuentros
enriquecedores, altamente saludables, potencializadores para el
descubrimiento de cada una de su fortaleza, de su estima, de su valía
personal y en donde se puedan desplegar continuamente nuevas
posibilidades para transitar un buen y mejor vivir.
Sin dudas,
existen varias mujeres en mi vida con las que he recorrido este camino
de crecimiento y maduración pero hoy especialmente vinculado a la
sororidad, quiero contar mi experiencia junto a ellas, mis
amigas/hermanas del grupo: “Las Marías Magdalenas”:
Comienzo a
participar en los encuentros de Comunidad (así lo llamamos) hace
aproximadamente 13 años por lo que puedo dar cuenta del crecimiento y la
transformación que se ha manifestado en
mi propia vida y como testigo de la vida de cada una de mis hermanas (así nos llamamos unas a otras).
Todas
juntas hemos creado un ritual de encuentro, actualmente es de
frecuencia mensual (siempre abierto a que si alguna necesita que nos
encontremos antes, solo lo pide y ahí estaremos); mateada, cena o
almuerzo de por medio, de a una, vamos tomando la palabra, compartiendo
libremente lo que deseamos. El clima es tan libre de amenazas, que en
plena y total confianza ponemos nuestro corazón latiendo, en carne viva
cada vez que nos contamos… y contamos nuestros dolores, alegrías,
logros, decepciones, sueños, búsquedas… y es tal la conexión que si una
llora ya sea de risa o de tristeza, podemos también llorar todas juntas…
luego que terminó de contarse en sus vivencias la que tenia la palabra,
recién ahí el resto puede comenzar a preguntar o alentar, o ayudar a
discernir, o consolar, o a festejar…
Hemos formado una alianza
de respeto, silencio, lealtad, complicidad y Amor sobre la humanidad de
cada una. Conocemos nuestras historias en profundidad y bastan nuestra
escucha interesada y miradas aceptantes y desprejuiciadas para que
podamos desnudar nuestra alma con total confianza que seremos cuidadas
porque nos importamos y mucho.
Hoy, mi comunidad tiene identidad
propia, ya todos/as mi seres cercanos saben de mi participación en este
grupo y basta que yo diga tengo comunidad y es algo que se toma
“enserio”. Recuerdo al principio la duda que generaba ¿Qué hacíamos? ¿De
qué hablábamos? ¿De recetas? ¿De novelas? Hoy se, que lo venimos
haciendo es “empoderarnos” y desde los diversos lugares en los que cada
una se desempeña, podemos dar cuenta de nuestro poder personal, de
nuestra autonomía, nuestras capacidades, de nuestros recursos… hoy,
difícilmente alguien “de afuera” pueda tener poder sobre nosotras.
Agradezco
enormemente a este grupo de mujeres maravillosas, mis maestras de vida,
mi inspiración, mis hermanas… tanto a las que continúan participando,
como también a las que en algún momento de sus vidas formaron parte y
hoy ya no participan, pero que aun desde la ausencia siguen estando
presentes…
Es mi deseo que las mujeres podamos tener muchas experiencias de sororidad, que se encienda el fuego y arda la vida!!!