Si bien desde hace décadas las mujeres fuimos logrando cambios que nos posicionan positivamente en relación con nuestras pares de generaciones anteriores, relacionados con los roles que ocupamos en lo público y lo privado, definidos históricamente desde las desigualdades de género, hay todavía cambios sustanciales que necesitamos seguir trabajando.

La intención que nos anima es crear espacios donde poder compartir experiencias, reflexionar y construir colectivamente aprendizajes significativos que nos faciliten tomar conciencia de nuestra situación actual y nos permitan imaginar relaciones y prácticas transformadoras que surjan desde nosotras y puedan expandirse…

Integrantes de Equipo MuMi

Clr. Mariana L. Rezk, Clr. Susana Cypin, Clr. Paola Gentile, Clr. Cristina Zóccola

25/2/16

La Soledad y la Desolación, por Marcela Lagarde







 Nos han enseñado a tener miedo a la libertad; miedo a tomar decisiones, miedo a la soledad. El miedo a la soledad es un gran impedimento en la construcción de la autonomía, porque desde muy pequeñas y toda la vida se nos ha formado en el sentimiento de orfandad; porque se nos ha hecho profundamente dependientes de los demás y se nos ha hecho sentir que la soledad es negativa, alrededor de la cual hay toda clase de mitos. Esta construcción se refuerza con expresiones como las siguientes “¿Te vas a quedar solita?”, “¿Por qué tan solitas muchachas?”, hasta cuando vamos muchas mujeres juntas.
La construcción de la relación entre los géneros tiene muchas implicaciones y una de ellas es que las mujeres no estamos hechas para estar solas de los hombres, sino que el sosiego de las mujeres depende de la presencia de los hombres, aun cuando sea como recuerdo.
Esa capacidad construida en las mujeres de crearnos fetiches, guardando recuerdos materiales de los hombres para no sentirnos solas, es parte de lo que tiene que desmontarse. Una clave para hacer este proceso es diferenciar entre soledad y desolación. Estar desoladas es el resultado de sentir una pérdida irreparable. Y en el caso de muchas mujeres, la desolación sobreviene cada vez que nos quedamos solas, cuando alguien no llegó, o cuando llegó más tarde. Podemos sentir la desolación a cada instante.
Otro componente de la desolación y que es parte de la cultura de género de las mujeres es la educación fantástica par la esperanza. A la desolación la acompaña la esperanza: la esperanza de encontrar a alguien que nos quite el sentimiento de desolación.
La soledad puede definirse como el tiempo, el espacio, el estado donde no hay otros que actúan como intermediarios con nosotras mismas. La soledad es un espacio necesario para ejercer los derechos autónomos de la persona y para tener experiencias en las que no participan de manera directa otras personas.
Para enfrentar el miedo a la soledad tenemos que reparar la desolación en las mujeres y la única reparación posible es poner nuestro yo en el centro y convertir la soledad en un estado de bienestar de la persona.
Para construir la autonomía necesitamos soledad y requerimos eliminar en la práctica concreta, los múltiples mecanismos que tenemos las mujeres para no estar solas. Demanda mucha disciplina no salir corriendo a ver a la amiga en el momento que nos quedamos solas. La necesidad de contacto personal en estado de dependencia vital es una necesidad de apego. En el caso de las mujeres, para establecer una conexión de fusión con los otros, necesitamos entrar en contacto real, material, simbólico, visual, auditivo o de cualquier otro tipo.
La autonomía pasa por cortar esos cordones umbilicales y para lograrlo se requiere desarrollar la disciplina de no levantar el teléfono cuando se tiene angustia, miedo o una gran alegría porque no se sabe qué hacer con esos sentimientos, porque nos han enseñado que vivir la alegría es contársela a alguien, antes que gozarla. Para las mujeres, el placer existe sólo cuando es compartido porque el yo no legitima la experiencia; porque el yo no existe.
Es por todo esto que necesitamos hacer un conjunto de cambios prácticos en la vida cotidiana. Construimos autonomía cuando dejamos de mantener vínculos de fusión con los otros; cuando la soledad es ese espacio donde pueden pasarnos cosas tan interesantes que nos ponen a pensar. Pensar en soledad es una actividad intelectual distinta que pensar frente a otros.
Uno de los procesos más interesantes del pensamiento es hacer conexiones; conectar lo fragmentario y esto no es posible hacerlo si no es en soledad.
Otra cosa que se hace en soledad y que funda la modernidad, es dudar. Cuando pensamos frente a los otros el pensamiento está comprometido con la defensa de nuestras ideas, cuando lo hacemos en soledad, podemos dudar.
Si no dudamos no podemos ser autónomas porque lo que tenemos es pensamiento dogmático. Para ser autónomas necesitamos desarrollar pensamiento crítico, abierto, flexible, en movimiento, que no aspira a construir verdades y esto significa hacer una revolución intelectual en las mujeres.
No hay autonomía sin revolucionar la manera de pensar y el contenido de los pensamientos. Si nos quedamos solas únicamente para pensar en los otros, haremos lo que sabemos hacer muy bien: evocar, rememorar, entrar en estados de nostalgia. El gran cineasta soviético Andrei Tarkovski, en su película “Nostalgia” habla del dolor de lo perdido, de lo pasado, aquello que ya no se tiene.
Las mujeres somos expertas en nostalgia y como parte de la cultura romántica se vuelve un atributo del género de las mujeres.
El recordar es una experiencia de la vida, el problema es cuando en soledad usamos ese espacio para traer a los otros a nuestro presente, a nuestro centro, nostálgicamente. Se trata entonces de hacer de la soledad un espacio de desarrollo del pensamiento propio, de la afectividad, del erotismo y sexualidad propias.
En la subjetividad de las mujeres, la omnipotencia, la impotencia y el miedo actúan como diques que impiden desarrollar la autonomía, subjetiva y prácticamente.
La autonomía requiere convertir la soledad en un estado placentero, de goce, de creatividad, con posiblidad de pensamiento, de duda, de meditación, de reflexión. Se trata de hacer de la soledad un espacio donde es posible romper el diálogo subjetivo interior con los otros y en el que realizamos fantasías de autonomía, de protagonismo, pero de una gran dependencia y donde se dice todo lo que no se hace en la realidad, porque es un diálogo discursivo.
Necesitamos romper ese diálogo interior porque se vuelve sustitutivo de la acción; porque es una fuga donde no hay realización vicaria de la persona porque lo que hace en la fantasía no lo hace en la práctica, y la persona queda contenta pensando que ya resolvió todo, pero no tiene los recursos reales, ni los desarrolla para salir de la vida subjetiva intrapsíquica al mundo de las relaciones sociales, que es donde se vive la autonomía.
Tenemos que deshacer el monólogo interior. Tenemos que dejar de funcionar con fantasías del tipo: “le digo, me dice, le hago”. Se trata más bien de pensar “aquí estoy, qué pienso, qué quiero, hacia dónde, cómo, cuándo y por qué” que son preguntas vitales de la existencia.
La soledad es un recurso metodológico imprescindible para construir la autonomía. Sin soledad no sólo nos quedaremos en la precocidad, sino que no desarrollamos las habilidades del yo. La soledad puede ser vivida como metodología, como proceso de vida. Tener momentos temporales de soledad en la vida cotidiana, momentos de aislamiento en relación con otras personas es fundamental. y se requiere disciplina para aislarse sistemáticamente en un proceso de búsqueda del estado de soledad.
Mirada como un estado del ser –la soledad ontológica–  la soledad es un hecho presente en nuestra vida desde que nacemos. En el hecho de nacer hay un proceso de autonomía que, al mismo tiempo, de inmediato se constituye en un proceso de dependencia. Es posible comprender entonces, que la construcción de género en las mujeres anula algo que al nacer es parte del proceso de vivir.
Al crecer en dependencia, por ese proceso de orfandad que se construye en las mujeres, se nos crea una necesidad irremediable de apego a los otros.
El trato social en la vida cotidiana de las mujeres está construido para impedir la soledad. El trato que ideológicamente se da a la soledad y la construcción de género anulan la experiencia positiva de la soledad como parte de la experiencia humana de las mujeres. Convertirnos en sujetas significa asumir que de veras estamos solas: solas en la vida, solas en la existencia. Y asumir esto significa dejar de exigir a los demás que sean nuestros acompañantes en la existencia; dejar de conminar a los demás para que estén y vivan con nosotras.
Una demanda típicamente femenina es que nos “acompañen” pero es un pedido de acompañamiento de alguien que es débil, infantil, carenciada, incapaz de asumir su soledad. En la construcción de la autonomía se trata de reconocer que estamos solas y de construir la separación y distancia entre el yo y los otros.
http://www.mujerpalabra.net/frases/?p=462

“Si hay amor, no hay violencia”





(Clr. Paola Gentile)
Es el nombre de la campaña audiovisual que presentó el Ministerio de Desarrollo Social de la Ciudad en el marco del día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer (Nov/2015) para la cual se convocó a  artistas y periodistas que participaron de cinco cortos que representan distintas situaciones de violencia de género inspiradas en historias reales y se difunde un 0800-666-8537 que funciona las 24 horas, todo el año para pedir ayuda.

Para lograr que “Ni una Menos” se convierta en una realidad, tod@s debemos sentirnos social y humanamente comprometid@s en cambiar, modificar, hacer, concientizar, visibilizar situaciones violentas que en casos extremos  pueden terminar con la vida de mujeres y niñas (recordemos que en 2014 fueron asesinadas 277 mujeres (fuente: http://www.lacasadelencuentro.org/femicidios.html

Ante toda esta realidad que nos moviliza a decir “basta” no puedo menos que sentirme indignada al escuchar cómo suena repetidamente en las radios de difusión masiva un tema de Axel “¿y qué?” Porque entiendo como a través de las canciones se pueden transmitir modelos de relaciones crueles y dañinas bajo la aparente simpleza de una manera de amar desafiante pero mortífera... Desenmascaremos ese tipo de entrega absurda y mortal, porque definitivamente “si hay amor, no hay violencia”.

Esto dice esa canción…

Y qué si el amarte me cuesta la vida
y qué si aunque siempre te pienso tu olvidas
y qué si esperando me quedo sin días
si probarte es un acto suicida
Y qué? Y qué?

Y qué si mi karma es tu boca prohibida
y qué si hasta el alma por ti vendería
y qué si mi cielo se llena de espinas
si probarte es un acto suicida
yo prefiero morir a tu lado a vivir sin ti

Y qué si es veneno lo que hay en tus besos
y qué si mi amor para tí es solo un juego
Y qué? Ya no puedo cambiar lo que siento
yo no puedo elegir porque...
Te amo...
Yo te amo...

Y qué si tu amor hacia mí dura un día
y qué si ese amor en verdad me asesina
y qué si el tocarte al infierno me envía
si probarte es un acto suicida
yo prefiero morir a tu lado a vivir sin ti

Y qué si es veneno lo que hay en tus besos
y qué si mi amor para tí es solo un juego
Y qué? Ya no puedo cambiar lo que siento
yo no puedo elegir porque...
Te amo...
Yo te amo...

Y qué si el amarte al infierno me envía
y tu amor hacia mí dura un día
y qué, y qué, y qué...

Y qué si te amo y arriesgo mi vida
si tus besos me quitan la vida
y qué, y qué, y qué, y qué...

Amar con los pies en la tierra: el romanticismo práctico

















(Este artículo se publicó en la Revista Mente Sana, nº 121, Enero-Febrero 2016)

¿Cómo ser realista y romántica a la vez?, ¿es posible emborracharse de amor sin perder la sensatez?, ¿cómo se hace para ser práctica, sufrir menos y disfrutar más del amor?, ¿cómo dejar de perder el tiempo en relaciones que me hacen sufrir?, ¿cómo enfocar mis energías en personas o cosas que me hagan sentir bien?, ¿cómo hacer para que mi romanticismo no inunde todos mis espacios y mis tiempos?.

Hoy está de moda cuidarse al máximo: comemos sano, evitamos los excesos (de grasa, de tabaco, de alcohol), tomamos vitaminas, hacemos ejercicio, practicamos yoga y otras artes orientales, nos hidratamos la piel, bebemos agua cada tres horas, retocamos las imperfecciones en el quirófano… nos preocupamos mucho por la salud y el bienestar físico, pero, ¿qué ocurre con nuestro bienestar mental y emocional?


Hasta ahora le hemos prestado poca atención a nuestra salud emocional, pese a que cada vez hay más gente deprimida o que sufre enfermedades mentales para los que solo tenemos pastillas y atención psicológica. Es hora de que aprendamos a cuidar nuestros sentimientos, gestionar nuestras emociones, y adquirir herramientas para sufrir menos, y disfrutar más del amor.


Los humanos sufrimos mucho porque somos seres muy complejos y nuestras relaciones también lo son. Cuanto más románticas son nuestras relaciones, más nos duelen: el romanticismo del XIX construyó su concepción del amor ligado al sufrimiento, y nosotros somos herederos de esa forma de entender el amor.


Los románticos eran unos grandes sufridores, unos mártires del amor, unos genios atormentados que como no tenían que madrugar para ir al huerto o a la fábrica, disponían de muchas horas libres para pensar en el amor. Su tiempo de ocio lo empleaban en quejarse y llorar amargamente, en dejarse llevar por la imaginación o los recuerdos, fantaseaban sobre el futuro, teorizaban sobre el amor o creaban sus utopías amorosas y sus castillos en el aire. Con todas esas emociones intensas componían bellos y desgarrados poemas, hermosos y melancólicos paisajes,  o  grandiosas obras musicales.


Los habitantes del siglo XXI, en cambio, no tenemos tanto tiempo libre. Nuestras pocas horas del día transcurren mayormente en la oficina o a la fábrica, tenemos que cocinar, limpiar, ir a la compra, hacer lavadoras, atender a los hijos y las hijas, cuidar a los animales domésticos, cuidar nuestra vida social y afectiva…. no podemos permitirnos el lujo de pasar horas soñando con amores imposibles, o malgastar días y días atormentados por un amor no correspondido.


La posmodernidad nos tiene a todos estresados y sin tiempo para el amor, por eso el poquito tiempo que tenemos, es mejor disfrutarlo en buena compañía. Somos eficientes y eficaces, somos productivos, nos sometemos a la tiranía de los relojes y los calendarios, nos pasamos la vida resolviendo, y nos queda muy poco tiempo para estar con nuestra gente querida: generalmente las dos o tres últimas horas del día, o los fines de semana, que son muy cortos.


Con tan poco tiempo libre, tampoco hay espacio para lamentarse: los lutos ya no nos determinan, los duelos ya no duran años. El sufrimiento romántico es cosa de adolescentes con tiempo para llorar en su habitación mientras todo se nubla a su alrededor. Los adultos no podemos pedir en el trabajo una semana de permiso para llorar a mares por una ruptura sentimental pues el mal de amores no se considera una enfermedad que nos incapacite para trabajar: el mundo gira a su ritmo, y sufras o no, la vida continúa, y hay que pagar las facturas.


La cuestión es: ¿cómo ser realista y romántica a la vez?, ¿es posible emborracharse de amor sin perder la sensatez?, ¿cómo se hace para ser práctica, sufrir menos y disfrutar más del amor?, ¿cómo dejar de perder el tiempo en relaciones que me hacen sufrir?, ¿cómo enfocar mis energías en personas o cosas que me hagan sentir bien?, ¿cómo hacer para que mi romanticismo no inunde todos mis espacios y mis tiempos?.


El romanticismo práctico sólo puede vivirse desde el presente: “te amo mientras dure, te quiero aquí y ahora, te quiero hasta que deje de quererte o dejes de quererme”. Amar con los pies en la tierra supone dejar el pasado atrás, y no perderse en el futuro con la imaginación: no  hacerse expectativas ni fabricarse fantasías paradisíacas. Las personas románticas que también son prácticas, tienen una gran capacidad para aceptar la Realidad, para conocer bien a la gente con la que se relacionan, para mantener a raya el auto engaño y ser realista en la medida de sus posibilidades.


Ser una persona romántica y práctica a la vez tiene muchas ventajas:


-te evitas meses y meses de sufrimientos y llantos desgarrados porque eres realista y cuando lo vas viendo venir, eres rápida en tomar decisiones.


-tomas las decisiones pensando en tu bienestar, trabajas siempre a favor de ti misma, te das buenos consejos.  


-identificas con facilidad las situaciones en las que no te sientes bien para poder irte, y para evitarlas.


-identificas con facilidad si puedes o no conectar a un nivel profundo con alguien, si la otra persona siente lo mismo por ti.


-distingues  con mayor facilidad lo que es importante y lo que no, lo que merece la pena y lo que no.


-controlas tus emociones y sabes cómo hacer para que no te invadan.



El romanticismo práctico es un arte y tiene pocas reglas: quererse bien a una misma, estar en el presente, ser realista, y saber reconocer el nivel de reciprocidad de la relación en la que estás. Es más fácil que una relación funcione si las dos personas se enamoran al mismo nivel, si les apetece lo mismo, si tienen el mismo ritmo, las mismas expectativas, la misma manera de entender el amor y las mismas ganas de construir una relación. Si alguno de los dos no se enamora, si alguno de los dos sufre, si la relación no funciona, lo mejor es dejarlo… y a otra cosa mariposa.


Aquí algunos consejos para aprender las artes del romanticismo práctico:


- ¿Cuánto espacio le dedicas al amor romántico en tu vida? Búscale su lugar entre todos los afectos que tienes y toda la gente  que te hace sentir bien. Si sabe cuál es su sitio, no invadirá todo y podrás dedicarle el tiempo que se merece.


- Aprende a aceptar: Si eres muy feliz, no te sientas mal por ello: acepta que te lo mereces, que la vida es corta y solo hay una. Si en cambio tu relación no funciona, acepta también. Si ya no te aman, acepta. Si se te acabó el amor, acepta. Si no se enamora de ti, acepta. No hay nada que puedas hacer para enamorar o re enamorar a alguien, no está en tu mano: no podemos cambiar a los demás. Sólo podemos elegir si queremos o no estar a su lado, y evaluar si nos merece o no la pena compartir con alguien que no te quiere.


- Si estás disfrutando mucho una relación y todo va bien, ¿para qué crearte problemas que no existen? Vive el presente mientras dure, y no le pongas trabas a tu disfrute. No tengas miedo: amar es de valientes, y no hace falta sufrir para vivir un romance: lo importante siempre es que te sientas bien y lo estés disfrutando.


- Si estás empezando una relación y no estás disfrutando, corta por lo sano. Te ahorrarás meses de peleas, malentendidos y malos ratos. Si no  te hace feliz, si no te sientes bien, si el trato no es bueno, rompe la relación: no merece la pena malgastar tu tiempo y energías en una relación que no funciona.


- Si llevas mucho tiempo en una relación, has sido muy feliz pero ya no disfrutas, corta por lo sano también. Ahórrate meses o años de guerras románticas y luchas de poder. Lo que se deteriora con el tiempo es mejor dejarlo morir: es agotador andar reavivando llamas lánguidas que se extinguen en cuanto dejas de soplar fuerte.


- Si no te sientes bien tratada, no exijas ni mendigues amor, simplemente rompe la relación y aléjate cuanto antes. Sean cuales sean los sentimientos de tu pareja hacia ti (muy enamorado, poco enamorado, desenamorado), el trato siempre ha de ser el mismo: sin buen trato, no hay acuerdo posible.


- No pierdas el tiempo y las energías dándole vueltas a los problemas. Tú sola no los solucionas pensando y repensando: pon tus dudas y emociones en común con tu pareja, dedica tiempo para hablar en profundidad y desde el cariño, y verás cómo es todo más fácil. Hablar nos permite desahogarnos y adquirir otras perspectivas sobre los temas que nos preocupan. Siempre es más fácil afrontar los problemas en equipo que a solas.


- No le pidas al amor lo que no puede darte. Cuantas menos expectativas, menos decepciones tendrás. Dejar a un lado los mitos puede ayudarte a construir relaciones muy bonitas que sin ser de cuento, te hagan sentir bien. Ser realista te permitirá disfrutar mucho más de las relaciones que tengas, duren lo que duren, porque así evitarás el miedo a vivir un engaño y a quedarte frustrada cuando todo acabe. 


- No pierdas el tiempo y la energía tratando de controlar el futuro. Tu único patrimonio es el presente, y sólo puedes trabajar en el aquí y el ahora: imaginar futuros bonitos o tristes nos lleva al mundo de la especulación absurda que no nos sirve de nada. Las circunstancias y la interacción con la gente nos van cambiando los escenarios: no está en nuestras manos controlar lo que ocurre en el presente o lo que va a ocurrir más adelante, y no hay otra realidad que ésta en la que estás ahora mientras me lees.


- Distinguir lo que es importante y lo que no lo es tanto nos puede ayudar mucho a evitar dramas y pasar malos ratos. Todo tiene su espacio y su tiempo, y las obsesiones recurrentes son lo menos práctico y sano que hay. Es importante dedicar nuestras energías a cosas y personas que merecen la pena, y dejar a un lado lo que no merece la pena.


- Aprende a relacionarte de igual a igual, las luchas de poder son agotadoras y nos roban mucho tiempo, y muchas energías.  Evita relacionarte con gente que se cree inferior o superior a ti, que se somete o trata de dominarte, que te endiosa o te machaca: una relación sólo puede funcionar desde la igualdad.


- Elige un buen compañero/a: júntate con gente que tenga herramientas para disfrutar del amor y de la vida. Gente solidaria y alegre que en lugar de criticar, siempre aporta, gente generosa con ganas de compartir, gente con capacidad para la empatía y el optimismo, gente que te trate bien, que te quiera bien en todas las etapas de la relación, gente con la que te sientas aceptada y  sientas que puedas ser tú misma.


- Quiérete mucho: conócete a ti misma, hazte tu mejor amiga y compañera, disfruta del tiempo que pasas contigo misma, practica la autocrítica, aprende a trabajar con tus emociones y a trabajar por tu bienestar, usa el sentido común … son todas herramientas que te pueden ayudar mucho para escribir tus historias de amor con sus finales felices. 


Coral Herrera Gómez 
http://haikita.blogspot.com.ar/2016/01/amar-con-los-pies-en-la-tierra-el.html